Los aficionados del Barcelona ven a Mourinho como
un engreído, un prepotente, alguien que se cree superior a los demás y
que intenta imponer su punto de vista por encima de todo. Los seguidores
del Real Madrid ven a Guardiola como
el ejemplo perfecto de la falsa modestia, el tipo de persona que (casi)
nunca dice una mala palabra, pero que tampoco lleva a cabo una buena
acción.
Mourinho no se calla, responde, se queja, no da su
brazo a torcer y resulta incluso cansino por la cantidad de veces que
sale a la palestra para denunciar persecuciones, ya sea en la Premier,
en Italia o desde su llegada a España. Desde las quejas semanales por los horarios que (según él) beneficiaban al Barcelona, hasta las que directamente iban contra el estamento arbitral (recordar la lista de errores que mostró después del Real Madrid - Sevilla dirigido por Clos Gómez). Directo, puede que repetitivo incluso, pero sus aficionados están con él.
Guardiola es todo lo contrario: rara vez se queja de los árbitros, intenta dejar el protagonismo a sus jugadores y no quiere crear polémica.
Sin
embargo, de vez en cuando, sucede todo lo contrario: Mourinho está
bastante tranquilo esta temporada (después de las quejas de la temporada
pasada), mientras a Pep le salió el ramalazo (cuando hubo que retrasar
el Osasuna-Barça porque los azulgranas llegaron tarde y Pep aseguró en
conferencia de prensa que ellos "no pintaban nada" porque venían "de un
país que está allá arriba" y hacían lo que les decían).
¿Son
Guardiola y Mourinho los entrenadores modelo que ven sus aficionados o
se parecen más a la perspectiva diabólica que de ellos tienen sus
rivales?
(Vía)
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