Dos goles en los primeros quince minutos de partido. Si hubieran pedido a Mourinho en la previa que pactara con el diablo a cambio de ese marcador en ese momento de la semifinal ante el Bayern, el luso no lo hubiera dudado. Pero después dio un paso atrás ante un señor equipo.
Robben había perdonado en el primera jugada después del 1-0. Mandó un balón franco a las nubes. Mario Gomez, una pesadilla alemana con apellido de Granada, lo hizo después. Cristiano no perdona a nadie y el Real Madrid tenía la eliminatoria decidida cuando apenas había pasado un cuarto de hora. Pero un penalti de Pepe devolvió la incertidumbre a la semifinal.
Hasta el final de la primera parte se sucedieron las ocasiones, pero cada vez parecía más claro que el Bayern había dado un paso al frente, mientras el Real Madrid lo daba atrás para esperar a su rival a la contra. Así ha conseguido Mourinho muchos éxitos y así quiso meterse en otra final de la Champions.
Un partido diferente
Después de una entrada del Madrid en la primera jugada (de las pocas veces que los laterales doblaron en ataque), el partido entró en una fase de duermevela. El respeto al rival acaparó el protagonismo y el miedo se hizo evidente con dos equipos que pensaban que el que recibiera un gol se quedaba fuera de la final de Múnich.
Centrocampismo desde entonces, con un Bayern que tocaba y tocaba y un Real Madrid que corría detrás del balón buscando su oportunidad. No tuvo ninguna ocasión clara el equipo de Mourinho, pero sí los alemanes. Primero Robben, que pecó de chupón, y después Mario Gomez, en el tramo final, pero que pagó un mal control con la opción de poder fusilar a Iker.
Los dos equipos, cansados físicamente como si fuera el último partido del año, firmaron una prórroga para que la plaza en la final de Múnich se decidiera con media hora más de fútbol.
La prórroga no fue diferente, con dos equipos muertos en el aspecto físico, que veían los penaltis como un mal menor. Ahí, los cracks demostraron que también son personas y los errores de Cristiano, Kaka y Sergio Ramos condenaron al Real Madrid. El Bayern podrá ganar la Champions en su estadio.
Robben había perdonado en el primera jugada después del 1-0. Mandó un balón franco a las nubes. Mario Gomez, una pesadilla alemana con apellido de Granada, lo hizo después. Cristiano no perdona a nadie y el Real Madrid tenía la eliminatoria decidida cuando apenas había pasado un cuarto de hora. Pero un penalti de Pepe devolvió la incertidumbre a la semifinal.
Hasta el final de la primera parte se sucedieron las ocasiones, pero cada vez parecía más claro que el Bayern había dado un paso al frente, mientras el Real Madrid lo daba atrás para esperar a su rival a la contra. Así ha conseguido Mourinho muchos éxitos y así quiso meterse en otra final de la Champions.
Un partido diferente
Después de una entrada del Madrid en la primera jugada (de las pocas veces que los laterales doblaron en ataque), el partido entró en una fase de duermevela. El respeto al rival acaparó el protagonismo y el miedo se hizo evidente con dos equipos que pensaban que el que recibiera un gol se quedaba fuera de la final de Múnich.
Centrocampismo desde entonces, con un Bayern que tocaba y tocaba y un Real Madrid que corría detrás del balón buscando su oportunidad. No tuvo ninguna ocasión clara el equipo de Mourinho, pero sí los alemanes. Primero Robben, que pecó de chupón, y después Mario Gomez, en el tramo final, pero que pagó un mal control con la opción de poder fusilar a Iker.
Los dos equipos, cansados físicamente como si fuera el último partido del año, firmaron una prórroga para que la plaza en la final de Múnich se decidiera con media hora más de fútbol.
La prórroga no fue diferente, con dos equipos muertos en el aspecto físico, que veían los penaltis como un mal menor. Ahí, los cracks demostraron que también son personas y los errores de Cristiano, Kaka y Sergio Ramos condenaron al Real Madrid. El Bayern podrá ganar la Champions en su estadio.
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