Supón pues, que los efluvios de emociones que salen de cada peregrino inundan cada calle, cada piedra, y éstos te invaden haciéndote parte del todo, siendo tú, único.
Hay aire pero te falta...?. Puedes sentir las fachadas que se te echan encima arropándote y a la vez haciéndote suyas, no quieren que te vayas. Te absorven, te inoculan ese veneno llamado morriña para el que no hay antídoto. Qué necesitas? Oxygène.
Fotografía de Eduardo Gutiérrez ©2010
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