"Estamos hablando del Apocalipsis y creo que la palabra está bien
elegida". Habían pasado apenas tres días desde el devastador tsunami y
posterior accidente nuclear de Fukushima cuando el comisario europeo de
Energía, Günther Oettinger,
reflejó el estado de pánico generalizado con estas declaraciones.
Algunos medios aprovecharon sus palabras para dar rienda suelta al
alarmismo: la central estaba fuera de control, las dimensiones de la
catástrofe podrían sentirse a nivel global y hasta se difundió una
animación en la que se apreciaba una nube radiactiva alcanzando suelo
estadounidense. "Peor que Chernóbil",
clamaban los más catastrofistas en previsión de una nube radiactiva
como la que roció Europa en las primeras horas del accidente de la
central ucraniana. Pero aquello no fue lo que sucedió.
Del otro lado del ring, el sector pro-nuclear, la propia compañía
Tepco - propietaria de la central - y el gobierno de Japón, se
apresuraron a poner algunos paños calientes. Aunque dieron ruedas de
prensa cada media hora, informaciones posteriores han dado a conocer la
descoordinación, el caos operativo y los datos erróneos que se dieron al
inicio de la crisis. Muchos especialistas se fiaron de aquellas
informaciones e hicieron previsiones demasiado optimistas respecto a lo que estaba pasando, lo que contribuyó a sembrar mayor desconfianza entre ecologistas y escépticos.
Resumiendo los hechos un año después, un balance de los errores de ambas partes podría quedar así:
En qué se equivocaron los alarmistas:
- Las predicciones más apocalípticas no se cumplieron.
Los daños son muy grandes, hay más de 100.000 personas evacuadas y la
zona será inhabitable por muchos años. Pero no ha habido una afectación
notable en la pesca y la agricultura, los controles sanitarios han
funcionado y la radiación no se ha extendido de manera peligrosa por
otros países como ocurrió en Ucrania en 1986. Después de meses de
esfuerzo, la central se encuentra en parada fría.
-
La comparación con Chernóbil se exageró.
Se hizo al principio y se sigue haciendo ahora. Aunque ambos accidentes
tienen la calificación de nivel 7 (el máximo en la escala), siguen sin
estar en cifras parecidas. La emisión de radiación del accidente de
Fukushima ha sido
muy grave,
pero los cálculos oficiales lo sitúan en torno a un 25% de lo emitido
en Chernóbil. La principal diferencia está en que no se ha producido una
explosión y un incendio que lanzaran el material radiactivo a la alta
atmósfera.
-
Se habló de miles de víctimas
y se dijo que los limpiadores de la central estaban "condenados" a
morir. Si hacemos el balance de daños, sigue sin haber punto de
comparación entre los provocados por la naturaleza (20.000 muertos) y
los provocados por la radiación (cero). En la central de Fukushima hay
cinco muertes confirmadas
de trabajadores que murieron por el terremoto o el tsunami (más un
trabajador que murió súbitamente sin relación con la radiación). Los
"héroes" de Fukushima recibieron radiación por encima de los límites y
es posible que alguno de ellos desarrolle un cáncer en un futuro, pero
eso no significa que estén condenados a morir en breve.
La comparación
maremoto vs. accidente
no es ningún consuelo y los efectos del desastre nuclear habrá que
valorarlos dentro de unos años, pero no hay motivos para pensar en una
incidencia desastrosa sobre la población porque, a diferencia de
Chernóbil, se tomaron muchas precauciones (inyecciones de yodo,
evacuaciones, etc.) e incluso se amplió la evacuación cuando se vio que
había una zona más afectada al noroeste. Además, fuera del perímetro de
20 kilómetros, la zona más afectada está deshabitada en un 95% y existe
un
plan de descontaminación supervisado por la OIEA.
- No hubo síndrome de China.
Se dijo que la fusión de los reactores había provocado que el
combustible se filtrara en el subsuelo. La situación es la siguiente: el
núcleo del reactor número 1, que es el que está peor, se fundió
totalmente en las primeras horas, dañó la vasija del reactor y degradó
unos 70 cm del hormigón de contención. Quedan otros 7 metros de hormigón
por debajo y la degradación ha cesado.
- Se exageraron las informaciones alarmistas
hasta el punto de que los residentes españoles en Tokio tuvieron que
pedir a los medios de nuestro país que no alarmaran a las familias.
También se dieron por buenas todo tipo de informaciones amarillistas sin
contrastar.
En qué se equivocaron los optimistas:
-
Datos engañosos y falta de información. El combustible de los reactores más afectados se fundió en las
primeras horas del accidente,
aunque durante semanas se discutió sobre si había una fusión "parcial".
Además, ahora hemos sabido que se temió que la catástrofe fuera mayor
(hasta se valoró desalojar Tokio). También hemos conocido los esfuerzos
de los trabajadores por ventear la central en las condiciones más
precarias y que
llegaron a pensar que los reactores habían explotado. Afortunadamente, lo que explotó fue el hidrógeno acumulado y solo se dañó la estructura de contención.
-
Se subestimaron las consecuencias.
Muchos especialistas trataron aquellos días de poner un poco de cordura
entre tanta noticia alarmista y en ocasiones pecaron de optimistas.
Finalmente se produjo una nube radiactiva y la situación de los
reactores fue peor que lo que se predijo en un primer momento siguiendo
las informaciones oficiales. La fortuna quiso que lo peor de
la radiación se dirigiera hacia el mar en lugar de tierra adentro, pero hubo una amplia área contaminada.
Entre las peores consecuencias está el vertido de miles de toneladas de agua contaminada al mar.
A pesar de las primeras previsiones, la situación se fue de las manos y
la necesidad de refrigerar los reactores generó un problema añadido.
Esta situación es grave y existe un perímetro de seguridad, pero la
contaminación radiactiva tiende a diluirse con el tiempo y no hay
razones para alarmarse respecto a la pesca mundial.
-
Se subestimaron los riesgos y se siguen subestimando. Durante años, la industria nuclear japonesa vivió en una especie de limbo,
se quitó importancia a los peligros de la radiactividad
y hubo algunas irregularidades. las autoridades fueron poco previsoras
frente a los tsunamis en general, a pesar de que había informes que
apuntaban la posibilidad de que un terremoto de gran magnitud sacudiera
la zona. De cara al futuro, existe el riesgo cierto de que otro seísmo
afecte a la central, que se encuentra en parada fría y que tardará años
en desactivarse. Otro terremoto podría volver a poner la central en la
picota.